Luciano Vásquez

martes, septiembre 25, 2007

Oro de Moscu

Isidoro Gilbert fue, en tiempos de la Guerra Fría, corresponsal de la agencia Tass en Buenos Aires. Era el ojo de la Unión Soviética apuntando a la realidad política argentina y de otros países de la región, incluido Chile, por supuesto. Hombre de inteligencia aguda y analítica, captó cuidadosamente la realidad en dos planos: el que podía ser publicado y aquel otro, el de los secretos movimientos de la URSS para contaminar la opinión mundial.

Ahora, ya desaparecido el muro de Berlín, la editorial Sudamericana ha reeditado el libro "EL ORO DE MOSCÚ" en el cual Gilbert nos cuenta los entretelones de las relaciones entre Argentina y la Unión Soviética, con acopio de antecedentes que tienen un valor histórico sorprendente.

Moscú siempre cuidó celosamente su amistad con Buenos Aires, aunque tuviera que tragarse penosamente algunas andanzas de Perón y de los dictadores militares. Era un punto estratégico que se propuso cuidar y proteger a toda costa.

El apoyo incondicional que dio la URSS a todos los gobiernos dictatoriales argentinos fue vital para impedir que en los foros internacionales surgieran protestas por los abusos contra los derechos humanos cometidos por los gobiernos militares de Videla en adelante. Cuando algún país trataba de alzar la voz, Moscú hacía valer sus vetos y desvíaba las protestas hacia el lado chileno, contra Pinochet.

El mundo comunista acató siempre disciplinada y rigurosamente las instrucciones de Moscú, y por eso, la prensa de las democracias occidentales, siempre permeable a la influencia izquierdista, permaneció muda ante los crimenes de las dictaduras argentinas.

El PC argentino, gran favorecido por el apoyo soviético, se convirtió en potencia económica y pasó a ser dueño de la distribución de Coca-Cola.

Gracias al amparo que en su tiempo le brindó la URSS, las dictaduras argentinas, que acumularon cinco veces más muertes, desaparecidos, torturados y violaciones a los derechos humanos que los cometidos por el gobierno de Pinochet en Chile, lograron pasar casi inadvertidos para la severa e inquisitorial mirada de las organizaciones de derechos humanos a nivel mundial.

El libro de Gilbert nos muestra que para la izquierda internacional el tema de los derechos humanos no se mide por muertos más o muertos menos, por torturados más o menos, sino por el mejor y más hábil aprovechamiento que pueda lograr en el tablero de la prensa internacional. El gran sacrificado en aras de las relaciones soviético-argentinas, fue a la postre el gobierno chileno de Pinochet, que con mucho menos acciones condenables que las cometidas por las dictaduras argentinas, pasó a capitalizar el repudio universal de los organismos de derechos humanos.