Luciano Vásquez

martes, octubre 21, 2008

OBAMA Y LA ILUSIÓN IZQUIERDISTA

La izquierda, siempre soñadora, siempre dogmática, acaricia con entusiasmo casi infantil su creencia de que la crisis económica mundial nos llevará de vuelta al socialismo duro, al retorno triunfal de Marx.
Hay comentaristas internacionales de la TV chilena que disfrutan culpando a Estados Unidos y al Presidente Bush de todos los males y peligros que sufre el mundo. No me gusta personalizar, pero no puedo dejar de apuntar a Raúl Sohr, de Chilevisión, como uno de los típicos cocineros que amasan el pan anti norteamericano de la izquierda.
La verdad es que, objetivamente, no se vislumbra ningún debilitamiento de la superpotencia que nos haga pensar en la pérdida de su liderazgo universal, y que justifique razonablemente el alegre optimismo izquierdista.
Uno de los más convencidos de que el poder norteamericano se mantendrá incólume en el tiempo es Barack Obama, a quien muchos quieren ver como el socialista llamado a desmantelar el “imperio” y a destruir la economía de libre mercado..
Obama es un excelente escritor y un muy buen analista político. En su libro “La Audacia de la Esperanza”, denuncia con elocuencia “la zona muerta” en que se ha convertido la política de su país. Y sus diagnósticos muchas veces parecen encajar perfectamente con lo que ocurre en Chile. Es el caso, por ejemplo, de la educación. Hablando de la necesidad de reformar el sistema educativo “de arriba abajo” y de “reforzar el cuerpo docente”, en matemáticas y ciencias, señala que el debate nacional parece atascado en la disputa entre los que dicen que el dinero no es la solución y aquellos que piden más dinero sin dar garantías de que lo utilizarán bien.
Y en cuanto al mercado, no admite dudas el pensamiento de Obama: “No puede resultar sorprendente que tendamos a dar por sentado nuestro sistema de libre mercado, a asumir que se deriva de forma natural de las leyes de la oferta y la demanda y de la mano invisible de Adam Smith. Y una vez asumido esto no se está muy lejos de pensar que cualquier intromisión del gobierno en el mágico funcionamiento del mercado – ya sea a través de los impuestos, la reglamentación, los pleitos, las tarifas, la proteccion laboral o el gasto en programas sociales- va necesariamente en detrimento de la empresa privada e impide el crecimiento económico. La bancarrota del comunismo y el socialismo como medios alternativos de organización económica ha contribuído a reforzar esta asunción”. Y remacha: “No está de más recordar, pues, que nuestro sistema de libre mercado no es el resultado ni del derecho natural ni de la divina providencia, sino que surgió a través de un doloroso proceso de prueba y error, a través de una serie de difíciles elecciones entre la eficiencia y la justicia, entre la estabilidad y el cambio”.
En consecuencia, lo que resulte de la próxima elección presidencial norteamericana no va a poner en juego la economía de libre mercado, ni la globalización, ni la influencia mundial de Estados Unidos. Y no habrá una resurrección de Marx.

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